Diferencia entre religion y secta destructiva


Diferencia entre religión y secta destructiva

Para analizar un tema hay que delimitarlo y evitar la confusión. Las sectas destructivas se diferencian de las manifestaciones religiosas y culturales en varios aspectos.

Creencia, ¿fin o medio?

En la religión la creencia es el fin, en sí misma. Para su desarrollo o aplicación se usan unos medios, que suelen ser dinero y la posibilidad de influir en la sociedad. Hay épocas de la Historia en las que estos medios se anteponen al fin. Entonces se produce un modelo totalitario que usa la doctrina como excusa para ejercer el Poder. En la secta la creencia es un método para conseguir sus fines reales: Dinero y Poder. Muchas son multinacionales que obtienen grandes beneficios económicos gracias a la esclavitud de los adeptos.

Se empieza estudiando una teoría y haciendo ejercicios de meditación. Se termina haciendo prosélitos, vendiendo revistas, libros y otros objetos que fabrica la secta con mano de obra gratuita. La religiosidad se fundamenta en la fe. Es lo que hace que la creencia se sitúe por encima de la realidad, a otro nivel, el espiritual, diferente al material. Las organizaciones sectarias se basan en un delirio, de tipo mesiánico por regla general, que sitúa su actividad y creencia fuera de la realidad psicológica y social. No es que superen la realidad o la trasciendan, la niegan, y para ello la eliminan del entorno del adepto. Otro fin de las sectas es hacer realidad sus ensueños. Por eso se empeñan en conseguir un número grande de seguidores que «prueben» la realidad de su fundamento. Construyen su mensaje de tal manera que, aun no siendo real, lo hacen visible, empírico, con apariencia de realidad. De ahí su efecto experimental que muchos adeptos comentan: «lo siento muy dentro»; «he comprobado la verdad por sí mismo». Salir de este efecto es una de las claves para poder darse cuenta de la programación que se sufre.

Cuando se produjo el suicidio colectivo de los davidianos, en Waco, EEUU, la conclusión del FBI fue que se equivocaron al ser tratados como terroristas normales. Comprobaron que sufrían un estado de fanatismo tal que  sus motivaciones y manera de reaccionar no fueron posible preveerlas. Las autoridades cayeron en un trampa. Construyeron el delirio del líder. Los tanques representaron, para la mentalidad de la secta, los «Dragones de Fuego». Los policías fueron los soldados del Anticristo. Hicieron un fin del mundo a la medida de su doctrina. David Koresh, que se creyó el nuevo Mesías, se sintió el Hijo de Dios y lo vivió con sus seguidores. Lo hizo realidad y fue feliz con los suyos en aquel tormento. Logró ver su deseo: el Apocalipsis, siendo él el protagonista, el Profeta que vivió el último día de la humanidad en la tierra. Para ellos así fue. Su satisfacción sería la misma que la de alguien que consigue su empeño de ser campeón en las Olimpíadas, aprueba una oposición o que le tocaran miles de millones en la lotería.

La creencia se hace realidad mediante la fe. Desde el fanatismo se sustituye la realidad. La fe diferencia una situación vital de otra espiritual y busca la armonía de ambas. En las sectas es la técnica de manipulación la que sustituye la creencia. Se percibe como real una idea porque adquiere el rango de delirio o alucinación. Sin embargo, se acopla muy bien al mundo que le rodea. Se trata de un engaño muy sofisticado. Parte de unos planteamientos de los que no se puede demostrar su certeza, ni tampoco que sean falsos. El que funcione como verdad absoluta y se experimente en la psicología del adepto hace que sea peligroso, por cuanto permite que rompa con su realidad personal, tanto con la que le rodea como con la que conforma la sociedad.


El secreto

Con los fundamentos de una religión se puede estar de acuerdo o no, creer o no. Sus normas son conocidas, de manera que uno puede aceptarlas o rechazarlas. Se asumen con conocimiento de causa. Cuando alguien entra en un convento, por ejemplo, sabe que no se puede casar, el número de veces que rezará al día, los trabajos que tiene que realizar, cómo va a vestir. La atracción a una vivencia religiosa se define en la vocación. Se trata de una experiencia subjetiva. La doctrina de una religión se puede discutir o discrepar de ella porque es conocida. La fe permite asumir lo que es un misterio para la razón humana.

Las sectas destructivas se basan en el secreto. No se trata de la limitación de la mente humana, que impide conocer lo trascendente. Lo que no se sabe es una decisión de los jefes, que sostienen que para conocer lo que un nivel de la secta ofrece es necesaria una preparación, un compromiso y el juramento de no contar nada a los que no se integran. Se mantiene una serie de secretos en cadena. Los que participan conocen lo que ocurre en su situación organizativa, no en las superiores. Por esta razón el problema de las sectas no es lo que dicen (que suele ser maravilloso) sino lo que no dicen, lo que ocultan.

Cualquier tipo de organización sectaria prepara a sus miembros en las relaciones públicas. Imparten cursos de oratoria para enseñar a los adeptos qué deben responder a las preguntas de los demás. También sobre cómo entablar una conversación para vender revistas y luego ofrecer una serie de ofertas con el fin de estudiar gratuitamente, lo que sirve de reclamo para la secta. La misión no consiste en predicar una doctrina sino en vender unos materiales que la secta necesita colocar en el mercado para mantener el negocio. Los adeptos suelen comprarlo y para recuperar la inversión no les queda más remedio que distribuirlo. Sin embargo, les hacen creer que se trata de un apostolado. Quieren llevar a la gente a su terreno. Ofrecen cosas maravillosas, para ver quien «pica». Se justifica el secreto sobre la base del ocultismo, en unos casos. En otros, en la necesidad de esconder la Verdad a los extraños para evitar que sea contaminada, deformada o mal interpretada. En las normas internas de los discípulos de la organización Rosa Cruz AMORC se lee: «Deben someterse a mantener confidencial todo lo aprendido y conocido en las reuniones».

El manual del dirigente de la organización Nueva Acrópolis únicamente es conocido por los mandos. En él se explica que «una invitación aparentemente inocente a seguir cursos y conferencias es más provechosa que la exposición violenta de símbolos misteriosos y sentencias enigmáticas». Susana M. Román Fernández ha realizado una tesis para la Escuela Universitaria de Trabajo Social, en León, sobre los Testigos de Jehová. Entre las conclusiones destaca: «De las personas entrevistadas ninguna notó, por lo sutil, que usaran técnicas al captarles. Al dejar la organización la mayoría sí reconoció que empleasen métodos para introducirles». Es unánime la idea de que dentro de esta agrupación es incompleto el conocimiento de su funcionamiento.
En el aspecto secreto de las sectas se observan dos cuestiones muy importantes para entender el problema que ocasiona este tipo de colectivos:

A) Amparar la actuación de las sectas destructivas en la libertad de conciencia o en la libertad religiosa es azuzar un falso debate, que sirve para camuflar lo que esconden las sectas. La base para tomar una decisión, para poder determinar si se quiere participar en un grupo es estar informado de su funcionamiento y de lo que supone  hacerlo. No puede haber libertad si se elige sin conocer a qué se va a pertenecer. Además tampoco se sabe si hay cosas escondidas. Las posteriores elecciones se mediatizan por las técnicas de manipulación. Se participa porque es controlada la voluntad de las personas. Detectar tal cuestión es básico para comprender el tema de las sectas destructivas.

Impedir que sigan actuando requiere informar sobre dos aspectos:  En qué consiste y cómo funciona una organización de este tipo. Se realiza mediante medios de comunicación social, libros de investigación y testimonios.  Las técnicas de manipulación y de control de la personalidad, lo que se hace en conferencias, cursos específicos y libros didácticos al respecto. La manipulación no se ve, hay que analizar sus efectos y causas. Al observar conductas anómalas hay que estudiar el origen de tales formas de actuar. Las manifestaciones externas las detectan los que conviven con el converso a la ideología fanática. El afectado, por tal estado mental, no. Entiende que es normal, fruto de su «evolución espiritual» o de su «concienciación».

B) El secreto hace que se entienda que es «necesario » preparar al discípulo, al nuevo estudiante. A quien se atrae al proyecto sectario se le mete en un proceso de «iniciación», de aprendizaje, durante el cual se aplican las técnicas de programación. A la asociación se la va conociendo gradualmente. Sus contenidos se aprenden poco a poco y se condiciona la conciencia para aceptar lo nuevo que se va a ver, sin que se dé cuenta la víctima de que su mentalidad cambia. Asimila la trasformación de su personalidad como efecto de las enseñanzas que recibe.

Los cursos de los grupos gnósticos van encaminados a enseñar, al iniciado en los misterios, la realización de la alquimia sexual o magia sexual. Prácticas que se desconocen al asistir a las conferencias gratuitas que se anuncian frecuentemente. Tampoco se conocen durante los primeros cursos. Se considera como el Arcano Arcanum, secreto de los secretos. Aseguran que las claves de tal enigma se guardan en el Arca de la Alianza y advierten que los antiguos faraones de Egipto mataban a quien desvelara la sabiduría sagrada. La preparación para tal ceremonia ha ocasionado numerosos trastornos psicológicos.

Los secretos esconden la manipulación.

En las sectas se crean relaciones en cadena. Quien es captado luego tiene que hacer lo mismo con otros. Se explica que no conviene contar lo que se conoce, hasta que se preparen y entrenen: «Un niño no puede aprender las raíces cuadradas sin saber antes sumar y restar». Con esta idea se esconden las consecuencias de lo que se va a practicar. Al esconderse parte de los conocimientos, se ocultan, de paso, las prácticas que los acompañan para vivir el ideal o la creencia. El conjunto de ambos factores, lo teórico y su realización, según marquen las normas o mandatos, es lo que da poderes especiales a los miembros de una secta. Pueden ser mentales, económicos, influyentes, espirituales o de tipo sexual.

Durante el proceso de fanatización no se convence al adepto con argumentos. Se le capta mediante una estrategia muy bien estudiada. La primera táctica es extraer a una persona a los alrededores del grupo, hacérselo interesante y esperar a que ella misma se interese, pregunte y vaya. Como no se puede explicar la verdad, se ofrece una parte y se aplaza la curiosidad. Los conocimientos se acompañan de vivencias de grupo. Por eso no sólo se cambia la manera de pensar sino toda la personalidad. Se hace un despliegue de medios para alterar las percepciones y sentimientos de manera que sea uno mismo quien se convenza. Los adeptos se esfuerzan por hacer ver que fueron ellos quienes tomaron la decisión de entrar, que sus cambios responden a una reflexión íntima y muy profunda. Ocurre que es así como se vive, lo que pasa es que desde fuera le han ido empujando hasta orientar su voluntad.

Los primeros momentos pasan desapercibidos. Unas veces porque se esconden, hasta que se afianza en el nuevo colectivo y se entienda que debe ser así por el bien de la secta. Los familiares no dan importancia a que participe, en un principio. Es frecuente escuchar a personas cercanas a los sectarios: “Al comienzo no veía preocupante que fuera. Iba a una reunión una vez al mes. Cuando empezó creí que sus cambios eran cosa de la edad. Dejó de comer solamente carne de cerdo”. Así se empieza, luego se acaba yendo al templo o a la sede todos los días y a todas las horas posibles. No lo obligan los mandos, sino que es una preferencia del adepto, que llega a necesitar hacer cosas para la secta. El tiempo que no se encuentra en los locales está pendiente de todo lo que le enseñan para llevarlo a la práctica. Llega a tener una conducta maniática y obsesiva en lo relativo a la secta, lo que hace que abandone y desprecie otros aspectos de la vida (familiar, laboral y demás). Se cede un poco, como quien no quiere la cosa.

La secta propone un pequeño cambio en la manera de vestir. Luego una pequeña cantidad de dinero para ayudar a mantener la organización y poder ampliar las posibilidades de que otros participen. Al principio todo es gratis, a modo de inversión. Quien va de nuevas se siente agradecido y no le importa dar una pequeña aportación. Uno mismo se va «dando cuenta de que debe de ayudar y colaborar ». Se trabaja algo para apoyar a otros compañeros, con lo que la convivencia se hace cada vez más intensa y se afianzan los lazos afectivos. Se acaba entregando totalmente la personalidad a la organización. Se piensa como ésta “enseña” que hay que pensar, se siente como ella “explica” que hay que sentir, se hace lo que la organización quiere que cada uno de sus miembros haga.

La secta llega a usar todo el tiempo de sus miembros. Todo su dinero, o una parte de su sueldo. Se llega a la decisión de aportar lo que haga falta por uno mismo, cuando el ser del sujeto ha sido ocupado, invadido por el de la secta. Cuando uno se deja influenciar en pequeñas cosas tal pauta se hace normal. El resultado es obedecer en todo, se delega la voluntad en los jefes y en los deberes que marca la norma, ante la cual no cabe crítica alguna. El control sobre la persona llega a ser absoluto. No hay posibilidad de elegir o asumir semejante actitud porque se provoca mediante una programación aplicada con mecanismos indirectos.

Urs Winzenreid explica en un seminario de Buena Voluntad Mundial: «el dinero es hoy en día, en gran medida, parte de nuestra espiritualidad manifiesta, así que buscad la guía divina interna y sabréis lo que es apropiado para vosotros en ese momento». Recomienda un estado de alerta espiritual constante en relación al dinero, al que la organización considera como una energía.

Relación con los demás. 

La religión participa de la Historia. No se encierra en su organización, sino que es parte de la evolución cultural y de la mentalidad de la sociedad, con la que se desarrolla en cada momento. También se relaciona con la cultura de un lugar y sus gentes. Se hace mundo. La secta se aísla del exterior, sobre todo psicológicamente.  Se evade de la realidad y crea su propia visión de la realidad, para acabar construyendo la suya propia. Si alguien se pone unas gafas de sol ve todo con tonos verdes. Quien se cierra en su idea interpreta lo que le rodea de acuerdo a ella. No entiende que haya otras formas de pensar y de vivir. Ve lo externo al mundo sectario como un enemigo, algo que hay que vencer o eliminar por ser malo y negativo. Antes de que llegue el momento siente el deber de salvar al mayor número de personas posible. 

Cualquier acción por  nimia que sea la secta la va a interpretar de acuardo a su doctrina y a su visión de la realidad. Si se pone en cuestió los planteamientos de la secta se ve como una conspiración contra la Verdad que ellos defienden. Mantienen una tensión constante ante la idea de que se infiltren servicios secretos, lo que permite a los jefes controlar mejor a los súbditos, y se justifican medidas de vigilancia interna. Los líderes de la secta «Verdad Suprema» tomaron la decisión de matar a un número indeterminado de ciudadanos para preparar la inminente llegada del fin del mundo. Primero en Japón, que es donde cometió el atentado. Luego pensaban sus dirigentes repetir la operación en otros lugares del mundo. El objetivo fue limpiar la sociedad de incrédulos y personas que impiden que se cumplan sus profecías y se aplique la Verdad. Parece un caso extremo, pero es la orientación de toda secta destructiva. Funciona el mismo esquema en cualquier organización fanática.

Si no provocan más tragedias es porque no pueden, lo que las cúpulas de estas asociaciones interpretan como que no ha llegado la hora. Todas esperan la llegada del momento crucial en el que han de intervenir. Entre tanto se preparan y tratan de implicar al mayor número de ciudadanos. Los fanáticos usan el terrorismo, como forma de manifestar y conseguir su «Ideal», porque entienden que la vida tiene un valor relativo, es transitoria y se supedita al más allá que ellos definen. De manera análoga, los grupos u organizaciones que utilizan como medio la lucha armada implantan en su seno las técnicas de fanatización, para mantener la disciplina interna y el compromiso de clandestinidad. Consideran que hay un enemigo externo que hay que combatir y es el malo, mientras ellos son los buenos. Las sectas, la Mafia y organizaciones terroristas producen efectos dramáticos en la sociedad, cuya motivación proviene de un tipo de mentalidad que es necesario desactivar conociendo sus mecanismos. Para tales fenómenos vale la reflexión que Guiseppe Ayala hace respecto a  Cosa Nostra: «No puede ser tratada con una legislación de emergencia. No existe sólo cuando mata, sino cada día, cada hora, cada minuto. Por eso la respuesta debe ser organizada, para funcionar cada día, cada hora. Sólo así se puede vencer».

En Nueva Acrópolis se enseña, por ejemplo, que «el no matarás debe ser matizado, mientras no sea estrictamente necesario»: «Matar a un perro porque sí es mayor crimen que a un hombre por una causa justa». Las modas, la política, la religión y demás manifestaciones colectivas influyen en los individuos pero también el conjunto de individuos cambian a aquéllas, debido a que son permeables. Hay un control sobre sus actos mediante la mentalidad de la época, de la sociedad y de la cultura. Por esos se trasforman.

Las sectas son impermeables. No se trasforman ni se dejan influir. Solamente como táctica para lograr un mayor control o una implantación más amplia entre los ciudadanos. Muchas veces se las identifica con grupos fundamentalistas, debido a que no se salen del guión que marcan sus fundamentos doctrinarios. Si algo debe cambiar son las personas y la realidad. Al menos así lo entienden porque las palabras del líder son sagradas.

La vida trascurre, cambia, evoluciona. La labor sectaria es cambiar a los demás, «comerles el coco» para adaptarles a sus normas. Cualquier alejamiento de los puntos doctrinarios iniciales se considera un peligro y una amenaza que, por el bien de la humanidad, no se puede consentir. Su obcecación es atrapar y conquistar a la gente para convertirla a la verdad.

Cuando la doctrina es un efecto psicológico.

Un resorte psicológico que utilizan las sectas destructivas, al igual que las tribu urbanas que se manifiestan mediante la violencia, es dar cobertura al resentimiento y la frustración personal. Logran una proyección colectiva y hacen de un sentimiento privado otro grupal. Nada tiene que ver la muerte de un ser querido, una enfermedad crónica, una decepción amorosa o el fracaso escolar, con una doctrina o ideología, pero si estas cuestiones se utilizan como método de captación se establece un adoctrinamiento, por cuanto se da un sentido al dolor y al sufrimiento en la militancia para defender una idea. Tal noción teórica se convierte, y pervierte, en un aspecto psicológico. De hecho, participar en una secta alivia los problemas personales. No porque se solucionen o superen dentro de un proceso de madurez afectiva, sino debido que se adormece la conciencia y se anula el sentido de lo personal.

Sentirse cada vez mejor funciona mientras que se participe dentro del grupo. Se asocia integrarse a él con la felicidad. Se refuerza la idea de que lo de fuera es malo, lo de dentro bueno. Si se abandona la secta vuelve otra vez la angustia y desesperación de la que se parte, por lo que se provoca un condicionamiento, de manera que para estar bien se tiene que obedecer a los que mandan en la secta. No se puede mantener una independencia respecto a ellos. Esto que supone un bloqueo psicológico, el sectario entiende que es una prueba de que se encuentra en lo cierto. Al hablar con un adepto suele decir: «no me puedes convencer de algo que yo veo, que lo vivo. Quien no lo entienda es que está ciego».

El malestar referido a lo externo al grupo se dosifica. Cualquier conducta dentro de la secta se planifica para que el adepto asuma y sienta como algo suyo la creencia o el funcionamiento de la organización. No duda que sea de esa manera porque no lo piensa, responde a un sentimiento personal que se encaja y coloca en las enseñanzas que le imparten, las cuales, precisamente, sirven para tal fin.

El estudio de la Historia exige interpretar los hechos de acuerdo a las circunstancias del momento. Una explicación aislada evita comprender la realidad. Sirve para hacer discursos de agitación en contra o a favor de algo. No para entenderlo. Que una religión o partido político haya participado en guerras en una época determinada no es más que el grupo de aquellos tiempos o momentos en que la violencia estaba al orden del día. O que pensara alguna teoría errónea a la luz de los nuevos descubrimientos científicos. El conocimiento evoluciona. De la misma manera que no es de extrañar que en la actualidad se usen ordenadores y medios técnicos para la difusión de una idea o creencia.

Algunas sectas consideran que participar en el mundo es algo satánico. Consideran que es caer en la trampa del Rey de las Tinieblas. Crean sus propias redes de comercialización. Por ejemplo, La Familia del Amor, que proviene de la organización Niños de Dios, entiende que los códigos de barras son el sello de Anticristo, del que se habla en el Apocalipsis. Los Testigos de Jehová enseñan que las religiones universales e históricas son disfraces del diablo para engañar a la gente. Consideran que se han hecho al servicio del mal. Sus representantes son llamados «babilónicos».

La exégesis es la ciencia para interpretar un texto antiguo. Traducir una obra de hace cientos de años exige una orientación que explique el sentido de lo que se escribió. Una lectura textual lleva a equívocos si no se explica quién lo escribió, para quién, cuándo, cómo, en qué contexto político y social. Uno de los principios de la exégesis es: «un texto fuera de contexto es un pretexto».

La interpretación literal de una frase de la Biblia hace que los miembros de los Testigos de Jehová dejen que sus hijos mueran al impedir que se les hagan transfusiones de sangre. En la época que se escribió el texto en que se basan no existía tal método de intervención médica, con el que se han salvado muchas vidas. A veces han querido razonarlo argumentando que por culpa de tal práctica se han contraído enfermedades como el SIDA. Al querer razonar lo irracional se desemboca en lo absurdo. Se confunde lo que es un accidente con el resultado de una norma o hecho. Sería lo mismo que no montar en un automóvil porque suceden accidentes mortales. Por otra parte los Testigos de Jehová comen carne, lo que quiere decir que en mayor o menor medida ingieren plasma o glóbulos.

Adiestrar y adoctrinar.

Las manifestaciones sociales de tipo religioso o cultural exponen sus planteamientos; cuentan sus ideas abiertamente. Las sectas lo hacen en reuniones privadas, adonde llevan a las personas que quieren captar. Dicha tarea requiere una técnica, que adquieren en cursos especiales, en los que se prepara la doctrina o ideología como un producto al que hay que dar una imagen mediante la mercadotecnia. La función de hacer prosélitos es la tarea principal de las sectas.

En el trabajo de Carlos Longarela sobre sectas peligrosas, se recogen párrafos del Manual del reclutamiento, de la secta Moon, Iglesia de Unificación del Cristianismo: «Hay que ser sicólogos, aprender a leer en el rostro»; «Cuidar los gestos, la mímica, adoptar una expresión que impresione, sonrisa dulce y bondadosa».

Una secta no educa, adiestra. Se debilita emocionalmente al neófito para hacer que cumpla los mandatos. Si previamente ha tenido algún problema afectivo semejante tarea es más fácil. Se convierte en una persona modélica, al menos aparentemente. Cuando alguna persona tiene el problema de las sectas cercano es cuando sabe lo que supone que alguien participe en tales agrupaciones, y si descubre los mandatos privados se asombra, al ver la diferencia entre lo que parecen los miembros y lo que son. Es muy común oír decir a maridos o mujeres de sectarios: «Al principio no me importaba que fuera con ellos. Siempre creí que eran muy buenos, como vecinos, en el trabajo. Me parecían perfectos, demasiado, y muy preparados. Todo es una imagen. Si no entras en su rollo te chantajean, juegan con tus sentimientos más íntimos. No se paran ante anda, carecen de escrúpulos. Son unos cínicos, niegan lo evidente». Semejante expresión se repite entre personas que no se conocen y tienen a algún familiar cercano en una secta.

Los miembros activos de las organizaciones de fanáticos dan la sensación de que saben mucho. Si se observa su proceder se descubre que lo único que hacen es aprender las reglas para disertar sobre lo que se les manda. Aprenden el manual de la doctrina y relacionan todo con él.

Regulación de los sentimientos. 

Para controlar las emociones y dirigir la conducta según los designios de los jefes, se recurre a un dinámica que abarca tres partes:

A) Miedo: al fin del mundo, a no ser uno de los elegidos (sea para ir a otro planeta, a formar parte de los inmortales, etc.), a pagar el karma, a ser atrapado por el sistema dominado por el Mal. Varía el objeto del miedo según la creencia que sea (milenarista, esotérica, ocultista, ufológica o espiritista).

B) Sentimiento de culpa: se consigue que quien va a entrar en la secta se sienta responsable del hambre en el mundo, del problema de la droga y de otros como el crimen, el paro, el SIDA. La secta se presenta como un grupo de salvadores para un mundo nuevo y mejor o para lograr llevar al ser humano a una Nueva Era. Con sólo pronunciar tales ideas grandilocuentes percibe el adepto estar en un proyecto colectivo fabuloso. Se siente eufórico, sin ver que son expresiones vacías de contenido.

Durante la fase de mentalización que sucede en el Partido Humanista, se reúnen varios militantes con uno que llega de nuevo. Le proponen que cierre los ojos para que visualice lo mal que se encuentra el mundo. Enumeran noticias de la prensa, cuentan casos de violencia, violaciones, tanto del barrio en el que se encuentre como de cualquier rincón del planeta. Al final de la sesión, que presentan como un juego, le dicen que abra los ojos. Le preguntan «Y tú, ¿qué haces para que nada de esto suceda? ». La propuesta final es: «si quieres soluciones únete a nosotros».

La culpabilidad también se siente participando en el seno de las sectas. El chantaje emocional es permanente. El adepto se esfuerza por perfeccionarse, quiere hacer todo lo mejor posible aunque no se lo exigen directamente. Se trata de una actitud que va incluida en la programación. Los seguidores de un gurú se sienten mal si no consiguen parecerse al modelo de referencia que define su guía espiritual. También entienden que son responsables de que la organización no crezca más. Estas sensaciones internas les impulsan a dedicar más y más tiempo, a emplear más dinero para el bien de la secta.

Relación premio-castigo.

Esta fase de la programación se aplica en una perspectiva espiritual. Premio es el Paraíso y castigo el infierno, o la meta ideal que proponga cada secta. Este aspecto puede parecer similar a las religiones, sin embargo es diferente. En las religiones, dicho resultado se propone para después de la muerte. En la secta, son los Ancianos o líderes los que colocan a cada cual en el grado que le corresponda, asociando el beneficio de los dioses según sea la entrega a la secta.

También se refiere a un nivel material. El Avatara, el Profeta o Enviado participan de la divinidad o del secreto de las claves de conocimiento. El premio suele ser la felicitación de alguien a quien se adora o hacer tareas de prestigio en el colectivo. En la secta CEIS al que hiciera algo mal o no vendiera suficiente material no le hablaban durante una semana. Algo que origina mucho sufrimiento a los miembros.

Se prepara al fanático igual que se domestica a un animal. Con la excusa de enseñar psicología tibetana, fuera de lugar y sin su visión del mundo correspondiente, hay asociaciones culturales que enseñan a dominar el cuerpo astral, las emociones. Esto lo usan para someter a los discípulos. La obediencia debe ser total y absoluta: «una mano no piensa, obedece». En la revista Atalaya, se leen frases como: «El dolor nos asegura la palabra de Dios»; «Usar la vara literal para conservar el orden en el hogar»; «Los padres tienen la responsabilidad de entrenar a los hijos en la disciplina y regulación mental de Jehová».

El adiestramiento sigue unas pautas y niveles. Se anula la reflexión crítica mediante vivencias emocionales que hacen que por el hecho de dudar sobre la verdad se pase mal, con padecimientos de angustia y depresiones. Cualquier creencia influye en la manera de ser y en el comportamiento, pero en una secta, además, conforma  el ser del adepto. La doctrina se convierte en el motor de sus decisiones, no como una valoración más para elegir. Se trata de un criterio absoluto que se impone una vez se ha despojado al sujeto de su yo. Además tal proceso se fragua al margen de la conciencia de quien lo vive. Un ejemplo son las declaraciones de Carlos Castaneda, impulsor del chamanismo mexicano en Europa: «Es imprescindible dejar a un lado la historia personal. Los chamanes buscan un estado en el que el yo no cuenta. Esto afecta subliminalmente a quien entra dentro de este campo de acción».

La idea de la secta se convierte en vivencia. Para comprender la doctrina hay que atravesar una serie de pruebas, que se realizan con una carga emocional muy grande. El objetivo es convertir la Verdad en un estímulo permanente. Dudar se entiende como una debilidad, o como una influencia de malas vibraciones o energías mentales negativas, o que es Satanás quien hace que las personas no acepten las explicaciones de la secta. Por lo tanto quien no lo admite se supone que es dominado por el Mal. Al principio no se enseña directamente este tipo de criterios.

Los instructores hacen que el adepto lo entienda por sí mismo, para que la conciencia funcione automáticamente según el criterio que les interesa a los líderes. Para expandir el mensaje de la organización se exigen unos trabajos. No son obligatorios pero quien se fanatiza piensa que es su deber colaborar en tan insigne tarea. Cualquier labor, por ingrata que sea, se realiza gratuitamente. Se trata de una prueba con el fin de prepararse y merecer la Verdad. Con semejante coartada se aplica un adiestramiento que facilita interiorizar las ideas mediante pautas dirigidas en este sentido: 

Dormir poco: Se pegan carteles durante la noche, se estudian los textos de la secta, se tiene que cumplir con las tareas de la vida cotidiana, el ritmo de trabajo se aumenta hasta llegar al límite de las fuerzas. Son estímulos para no ser vencido, porque se describe la participación como algo heroico.

Cambiar la alimentación o el atuendo: Se varía la dieta, aunque sea únicamente en un aspecto; o se tienen en cuenta nuevos criterios a la hora de comer; el valor energético o espiritual de los alimentos. También las formas de vestir se adecuan al interés de dar buena imagen; para asistir al curso o para predicar hay que ir impecable. En algunas la extravagancia llega a hacer que se usen atuendos específicos: túnicas, sandalias, o desnudarse en grupo justificándose en que es una manera de mostrarse sincero ante los demás.

Dirigir la sexualidad: No suele haber una norma clara ni establecida. Las exigencias de la secta se conocen sobre la marcha. El control que se ejerce afecta a la intimidad, sin dejar al sujeto criterios personales o de pareja. Se asumen como resultado de haber penetrado la doctrina en la personalidad del adepto.

En unas sectas se evita el contacto sexual. Se reduce, en la pareja, a determinadas fechas, según fases lunares o astrológicas. En los Moon es el líder quien dice con quién se ha de casar cada miembro, sin que se conozca a la pareja. En los gnósticos se indica cómo ha de ser la postura en la que se ha de mantener la relación, el Loto; además, se evita el orgasmo con el fin de despertar el Kundalini y que esa energía suba a la cabeza. En otras se dice «trabajamos tanto que no nos quedan fuerzas para hacer el amor»; si alguien tuviera deseos es que no ha cumplido su tarea. El aspecto doctrinario que ampara tales comportamientos es domesticar la parte animal para lograr el desarrollo de la parte espiritual. Otras sectas entienden la liberación como una ruptura de tabúes y normas sociales.  Fomentan la promiscuidad, animan al sexo en grupo para compartir energías. En algunas el líder tiene derecho a relacionarse íntimamente con quien desee. Se entiende que hacerlo es un honor. De una manera u otra dirigir la sexualidad supone dominar lo más profundo de la personalidad humana.

Cualquier religión, costumbre social o norma moral tiene un criterio al respecto. En la secta dicha orientación se impone psicológicamente. En una organización que controla la mentalidad de sus miembros no se pude estar de acuerdo ni en contra, se admite de manera automática, sin plantearse si es adecuado para su manera de ser o si es su deseo o no. Al adepto le parece que sí sin darse cuenta de que es fruto de una programación.

La secta rodea la psicología de sus miembros, les imbuye de la mentalidad que va calando en el pensamiento hasta que acaba penetrando en su conciencia. Es entonces cuando se obsesionan con la Verdad. Sus consecuencias se las imponen a sí mismos y a los otros. Renuncian a un criterio subjetivo, tanto suyo como para los demás. Cualquier manifestación, hacia uno mismo o hacia los otros, es diseñada por la creencia.

Las prácticas de comportamiento se acompañan de ritos y ceremonias. Discursos, música, coreografía y efectos especiales provocan estados de euforia colectiva e individual. Si interesa, para reaccionar ante alguna dificultad o para asumir algún reto, se hace lo mismo con actitudes de miedo, angustia o de esperanza. Sumidos en tal proceso, si se da la señal de que ha llegado el momento se suicidan colectivamente o se separan de la familia o abandonan el trabajo, estudios o donan las posesiones materiales a la secta.

Cuando un sujeto sale de una secta siente que han violado su personalidad.  Al ser algo psicológico se ve impotente para explicarlo, ni tan siquiera puede denunciar nada, ya que es algo impalpable. Lo mismo ocurre con los familiares. Ven que ha cambiado desde que acude a un centro que imparte un determinado tipo de enseñanzas, pero no saben cómo descubrir el nexo de unión entre causa y efecto.

La sensación de dejar una secta es que uno ha sido obligado a hacer todo, pero no le han coaccionado, aparentemente. El exadepto sabe que lo ha elegido, pero no sabe por qué ni cómo. Al aceptar voluntariamente el proceso no puede demostrar tal dominio de sus personalidad por parte de la secta. Quien lo ve desde fuera, sin tener una relación cotidiana con el adepto, cree y dice que «lo hace porque quiere». En este punto radica la dificultad de entender el problema. Como se trata de una relación psicológica no es medible, ni ponderable. No hay rastro ni pruebas. Sólo se puede saber y conocer su funcionamiento, para detectarlo y para evitar que se apliquen tales maniobras contra uno mismo. Salvo raras excepciones la justicia española no ha sabido valorar este criterio.

 Una secta no enseña, adoctrina.

Los directores y jefes de las sectas saben hablar muy bien. Preparan a su seguidores en el arte de la oratoria. Son magníficos fabricantes de estados de ánimo. Cuando alguien participa en una secta entra en una dinámica, preparada y estudiada para captarle, sin que él lo sepa.

La información entra en su cerebro por vía emocional. Luego se produce el control intelectual a medida que aprende y defiende las nuevas ideas. Lo hace de una manera apasionada. Al principio quien adoctrina no trata de cambiar las ideas de la víctima, no discute. Sabe que la reacción a un debate es reforzar las ideas propias. Lo que hace es darle la razón, advirtiendo de ciertos matices, pero alaba la perspicacia y buen pensar de quien pretende atraer a su organización. La persona en la que se fija un miembro de una secta se convierte en un objetivo al que hay que estudiar y cuidar. Cuando se le invita a participar en alguna actividad de la secta, que se haga de cara al exterior, es para que acuda tal y como es.

El manipulador trabaja en conseguir que cambie la actitud de la persona que se acerca a su entorno. Hace que frecuente el lugar de las reuniones, que salga con gente de la secta. Durante el proceso de adoctrinamiento es uno mismo quien se trasforma a sí mismo; los que urden todo el proceso se encargan de poner las condiciones para que se produzca el «cambio interior». Una vez se ha desencadenado el mecanismo de fijación psicológica de una doctrina, los jefes ya no necesitan ordenar nada. Les basta con guiar la conciencia de sus súbditos. Al gurú se le idealiza. Se cumple la máxima de los enamorados: «tus deseos son órdenes para mí».

A los dirigentes les basta hacer saber qué es lo que quieren para que se cumpla y se ejecuten sus planes. Sus intenciones activan la programación. En las sectas hay diversos niveles o cargos. De tal manera que uno se relaciona únicamente con el inmediato superior e inferior. Se forma una cadena de control, en escala piramidal, cuya estructura es dominada por los dirigentes. La sintonía con la doctrina hace que el conjunto de miembros funcione al unísono. Adoctrinar es distinto a creer. La fe es algo que uno tiene desde su ser.

La programación sobre la base de una doctrina es algo que uno es o le hacen ser. Es decir, la teoría se convierte en lo psíquico de la persona y sustituye o anula lo emocional y la conciencia, fruto de la historia personal. Cuando se interioriza una creencia, se convierte en la voluntad del adepto y esto permite que se le maneje desde fuera. Basta introducir mensajes mediante interpretaciones, explicaciones o modificaciones de la doctrina. Si un mensaje en el que se cree ciegamente indica que se termina el mundo, hay que hacerlo realidad. Tal planteamiento puede implicar un suicidio colectivo. Se propone como un medio de salvación o de reagrupamiento en otra galaxia o plano espiritual. Pero tal hecho sucede automáticamente. No se piensa, se cumple. Si hay que dejar morir a un hijo, se hace. Si hay que robar o matar, se hace. Noticias de estos casos referentes a sectas se suceden periódicamente en los medios de comunicación. Se piensa «¡Parece increíble!»; «¿Cómo puede ser?». Las noticias recogen lo espectacular, pero, ¿cómo se llega a una situación así? Los protagonistas de tales sucesos no son conscientes de ellos, son programados para hacerlo. Consideran que son libres porque lo piensan. No saben que se lo han hecho pensar.

El fanático cree aprender una teoría, pero es atrapado previamente por la simpatía del grupo. Se siente acogido porque le escuchan. Es una táctica para lograr el acercamiento al entorno de la secta. En las ceremonias se estimula la voluntad, se ensalzan los sentimientos independientemente de los mensajes. Cualquier buen orador provoca los mismos efectos con ideas diferentes. El contenido teórico se «cuela» después sin razonamiento previo. La eficacia se debe a los tonos de voz, la pose, el ritmo de las palabras, el silencio entre una frase y otra. La forma de hablar arrastra a las masas cuando están predispuestas a escuchar la Verdad. El fundamento del adoctrinamiento consiste en construir la personalidad del nuevo miembro. Previamente hay que destruir la original.

El doctor Heinz Dirks en un estudio de psicología expone que «el yo se construye», (“La psicología descubre al hombre”, p. 9. Círculo de Lectores, S.A., Barcelona 1975).  De igual modo se puede destruir y volver a realizar de otra manera. El yo inicial se forma con las circunstancias y experiencias del sujeto. La nueva personalidad pertenece a la secta, no al individuo. En una secta la doctrina se convierte en un programa psicológico. Lo introduce en la mente de sus seguidores a modo de disco que hace que cualquier norma de la secta se transforme en sentimiento, ideas, intenciones y demás facetas que se incluyen en el comportamiento humano.

La estrategia para programar pasa por tres fases:

❏Crear una incógnita que luego la secta va a resolver.

❏Hacer de la realidad, de uno mismo y del mundo, un valor relativo.

❏Construir la personalidad según el esquema deseado. Todas las sectas, pasada la fase de entrar en contacto con los que hacen de relaciones públicas, plantean una duda existencial para invitar al futuro miembro a una búsqueda en común, a una aventura intelectual o espiritual. Se siembran una serie de inquietudes que rompen la rutina. Quien encuentra un aliciente en profundizar en criterios vitales y filosóficos no sabe que todo es preparado para que pique el anzuelo. A partir de tal momento le empezarán a dirigir sin que se dé cuenta. Empezando por orientar las preguntas y las respuestas, lo que sitúa al futuro adepto en el contexto de la organización.

Desarmar a la persona con una duda existencial.

«¿Quién soy?»; «¿De dónde vengo?»; «¿Adónde voy?» Estas preguntas intentan provocar cierta angustia en la persona. La secta se encarga de calmar su sed de saber y de buscar un sentido a la existencia. Es el planteamiento inicial. Muchas asociaciones que enmascaran a grupos  sectarios recogen el aforismo griego «conócete a ti mismo ». No se piensa sobre esta idea o consejo. Se usa como estratagema que sirve para que las ideas calen dentro de aquellos que van a las charlas y conferencias que ofrecen al público.

El movimiento Humanista recomienda leer el libro de su líder, Mirada Interna, para penetrar en la psicología de los jóvenes y para que la mentalidad de la secta se meta en el pensamiento del curioso. Muchas ideas, al ser genéricas, sirven de referencia a los chavales y chicas que se acercan a los actos que realizan. La siguiente fase es desplazar sus intereses hacia actividades enfocadas a promover el Movimiento Humanista en sus múltiples facetas. Hacen de la militancia una actividad obsesiva. La entrega es total. Se rompe con el propio pasado. La idea que defienden se convierte en una verdad objetiva, con lo cual se plantea una lucha social para romper con la Historia de la humanidad.

 Los Rosacruces de la fraternidad AMORC ofrecen una enseñanza interior. La fundación Sant Takar Singe ofrece «buscar a Dios en el interior». Para ver sólo dentro de la persona tapan los ojos a niños y adultos de la secta durante horas y horas. La finalidad es meterse dentro de la persona para colocar la doctrina. Hay diversos grupos de carácter orientalista que sacan de su contexto histórico, cultural y social una serie de facetas de una cultura milenaria. Son instrumentalizadas para hacer prosélitos y engrandecer una organización que ejerce el control absoluto de sus miembros. Proponen una «experiencia íntima», una «preparación interior» para desarrollar una Conciencia Mística Universal.

En otras agrupaciones de este estilo se recomienda buscar a los Maestros espirituales dentro de uno mismo, contactar con ellos por telepatía. En ocasiones los delirios sufridos se entienden como poderes que conceden los guías. La meditación se orienta a conectar con las Ondas Cósmicas. También hay seminarios y cursos para contactar con extraterrestres, o viajes astrales para acercarse a los «padres espirituales». Cienciología tiene un aparato, el «Electropsicómetro » o «Emeter», que usan en el consejo religioso. Sirve para localizar áreas de dificultad espiritual. Es significativo que el símbolo de esta Iglesia sea una marca de servicio y propiedad del centro de Tecnología Religiosa.

Nadie piensa que le van a manipular. Sobre todo en la juventud uno se cree inmune a todo. Es la edad en la que se piensa que se es más listo que nadie y que se haga lo que se haga nada malo puede ocurrir. Semejante prepotencia anula el miedo al exceso de velocidad, a introducir sustancias alucinógenas en el cuerpo y a otras temeridades. El resultado son frecuentes accidentes y acabar «hecho polvo». Cuando se sale de la experiencia de participar en una secta se dice comúnmente: «nunca creí que eso me pudiera pasar a mí».

En el seno de la secta se enseña que el mundo, la realidad, es Maya, «ilusión». Lo real es la Verdad, el indemostrable mundo espiritual, el cual la secta define a su antojo. La vida es entendida como algo transitorio, se supedita a otra más perfecta y eterna situada en otro planeta, en un Paraíso prometido para cuando la gente se convierta a la Verdad, en un futuro al que los preparados llegarán mediante una sucesión de reencarnaciones conscientes. Los rosacruces enseñan a desarrollar las facultades mentales para transformar el Ser, mediante lo que denominan «Alquimia espiritual».

La voluntad personal queda anulada dentro de una secta.

La conducta es dirigida por la organización, cuya ley es la nueva conciencia del adepto. Por lo tanto no percibe su estado. Es desde fuera como se reconoce semejante situación. Por tal motivo dentro de una secta nadie reconoce que participa en algo que le anula como persona autónoma. Antes de suicidarse en grupo los 39 adeptos de la organización «Puertas del Paraíso», dejaron diversos mensajes grabados en cintas de vídeo, con el objetivo de dar a entender su decisión. Asumen por voluntad propia la norma que marca la creencia, porque han sustituido la de cada cual con la del grupo. Ellos mismos explican el proceso. Cuentan que es gradual. En la medida que les trasforma pueden tomar decisiones. Ellos dicen que tal cambio es un proceso de iniciación, lo mismo que otras sectas toman como poderes lo que son delirios. Uno de los maestros de la secta dijo antes de morir: «Cada uno de nosotros ha hecho esto por propia voluntad. A cada paso de iniciación en el culto, los líderes nos daban la opción de seguir adelante o salirnos». Sin embargo, a ninguno antes del proceso de lavado de cerebro se le advirtió de que el final sería el suicidio, o que se deberían castrar. Se acepta cuando ha sido inducido un programa en la mente del adepto, aunque quien lo recibe lo entiende como «un curso avanzado para educación superior».

Para que funcione la voluntad de manera autónoma, deben darse cuatro condiciones: motivación, deliberación, tomar la decisión y realizar el acto voluntario. En una secta se enseña que la obediencia debe ser total. Lo mismo que en grupos fanáticos, dedicados a ejercer el terrorismo en la población, se establece lo que se encontró en el diario de una liberada de ETA: «el buen militante es el que no pregunta, obedece porque sí». 

Para el fanático no existe motivación, no piensa, no decide. La base por la cual actúa se llama, según en qué organización esté, deber, compromiso ineludible, misión, necesidad o acción revolucionaria. Se establece un criterio que impone la ideología que se defienda, sin haber una fase intermedia: «se hace lo que se tiene que hacer y punto». Los que mandan sobre un fanático le hacen ver que es algo que sale de dentro de su corazón. Suelen decir lo que hay que hacer y luego apostillar «haz lo que quieras».

No cumplir con lo encomendado implica ser mal visto por los que te rodean en el grupo y a los que adoras, sentirse mal, de manera que, sin más contemplaciones, «hay que hacerlo». Este es el esquema sobre el que se basa el comportamiento de las sectas y organizaciones que utilizan la violencia para conseguir sus objetivos.

Para las sectas, la vida de cada miembro es un átomo de la vida cósmica. Los que poseen las claves sobre las leyes que rigen el funcionamiento del mundo son los líderes. Cuando este criterio es aceptado, desde la secta, se dirige la existencia de los acólitos. Deja de ser creencia y se convierte en una vivencia psicológica. Se grupalizan los que pertenecen a la secta de manera que forman un yo colectivo que les hace actuar al unísono.

Cuando se produjo el suicidio colectivo de los elegidos de la secta «Autoridad Suprema», en California, marzo de 1997, una persona que les conoció declara: «Eran gentes muy agradables, pero lo que resultaba extraño es que todos llevaban el pelo rapado y vestían de oscuro, parecía que todos iban cortados por el mismo patrón». La liberación es definida en la secta de acuerdo a la conveniencia de los jefes. Puede ser el desprendimiento de los bienes materiales, de manera que se dejan a disposición de la secta. Tales riquezas son admitidas por la organización ya que el desprendimiento es una cuestión individual, pero el dinero sí es necesario para la Verdad, de cara a su defensa o difusión y para quienes la representan se considera bueno y necesario; cuanto más mejor.

Anular la personalidad.

En casi todas las sectas se enseña a superar el ego como medio de conseguir el desarrollo espiritual. Explican que la mente debe luchar por eliminar ataduras, que van desde la manera de pensar a los lazos familiares. Se da a entender que hay que romper con el entorno para conocer los secretos y prepararse para ser un guía de la humanidad. Se interviene en la mente con la excusa de liberarla de sus complejos y traumas. La secta «Meditación Trascendental » ofrece «limpiar la mente de los perjuicios que imbuye la sociedad».

A medida que se aprende una doctrina, la secta va diseñando la nueva personalidad del sujeto que se va a convertir en adepto. Hasta que no esté «preparado» no participará en la estructura interna de la secta, de sus secretos, y le harán ver que hay más para cuando esté más avanzado. Los cienciólogos definen al hombre como un Therán. Proponen ocho dinámicas para trasladar la conciencia a otra realidad. Manejan a la persona a través de la mente. Precisamente este es el significado de la palabra «dianética», nombre con que se conoce a la asociación civil de Cienciología. Su punto de partida es: «lo que acordamos que es real, es real»18. Para entrar en esta organización se empieza haciendo un test psicológico. El siguiente paso es una auditación, con el fin de descubrir cómo funciona la mente de quien sea objeto de semejante práctica. Después se realiza un entrenamiento específico para acceder a la «realidad» de esta iglesia.

La programación se puede entender como un lavado de cerebro progresivo y realizado paulatinamente; lo que vulgarmente se conoce como «comer el coco». Es curioso que una persona sea capaz de aprenderse de memoria miles de citas de un libro, o de retener los sermones que cuenta un líder, llegarlos a saber del principio al final y, sin embargo, no logre aprenderse el texto de una lección de la Universidad o sea incapaz de concentrarse para hacer una oposición.

Ocurre que el interés se centra en la Verdad, lo demás carece de importancia. Además se ha preparado al cerebro del adepto para que rechace lo que no se pueda acoplar a la programación. Aquello que encaje lo fija en al conciencia. Se retienen los datos que sirven al programa mental. Los otros solamente con un mayor esfuerzo se pueden aprender si es de interés a la secta. El recuerdo queda abierto para otras cosas que sean útiles para desarrollar los medios de la organización. Al principio se cree que se puede ir a los cursos y reuniones los ratos libres. Con esta disculpa se empieza a acudir.

La exigencia que uno mismo se impone es asistir cada vez más. Todo lo que pueda, una vez se pasa por la fase de concienciación. La integración es total o no es. En los principios de Compromiso y Código de Conducta para los miembros de la «Santa Hermandad y Orden Mundial Fundación para la elevada sabiduría espiritual» se exige: «la vocación de tu alma ¡es un compromiso al 100% o nada». A la secta no le interesa una persona que asista como invitada, a no ser que sea a la parte externa. Entonces le usara a modo de propaganda. Los que participan en la estructura interna llegan a dejar las responsabilidades de su realidad vital para poder participar con más intensidad.

Hay un momento en que no caben las medias tintas. Si la pareja o los padres hacen ver al adepto su falta de responsabilidad, se convierten en enemigos y cuando pueda se separará de ellos. Esperará a encontrar una mínima disculpa. Las técnicas de desarrollo personal pueden ser muy beneficiosas para aprender cómo funciona nuestra mente, pero si son mediatizadas por una doctrina, negocio o ideología servirán para que sean otros los que las usen en su beneficio y utilicen a las personas para sus fines. La despersonalización consiste en sustituir la personalidad propia por una doctrina, o dinámica, del tipo que sea.


Según encontrado en: 

http://ramiropinto.es/libros-ramiro-pinto/sectas-al-descubierto/religion-y-secta/