Diferencia entre religión y secta destructiva
Para analizar un tema hay que
delimitarlo y evitar la confusión. Las sectas destructivas se
diferencian de las manifestaciones religiosas y culturales en varios
aspectos.
Creencia, ¿fin o medio?
En la religión la creencia es el fin, en
sí misma. Para su desarrollo o aplicación se usan unos medios, que
suelen ser dinero y la posibilidad de influir en la sociedad. Hay épocas
de la Historia en las que estos medios se anteponen al fin. Entonces se
produce un modelo totalitario que usa la doctrina como excusa para
ejercer el Poder. En la secta la creencia es un método para conseguir
sus fines reales: Dinero y Poder. Muchas son multinacionales que
obtienen grandes beneficios económicos gracias a la esclavitud de los
adeptos.
Se empieza estudiando una teoría y
haciendo ejercicios de meditación. Se termina haciendo prosélitos,
vendiendo revistas, libros y otros objetos que fabrica la secta con mano
de obra gratuita. La religiosidad se fundamenta en la fe. Es lo que
hace que la creencia se sitúe por encima de la realidad, a otro nivel,
el espiritual, diferente al material. Las organizaciones sectarias se
basan en un delirio, de tipo mesiánico por regla general, que sitúa su
actividad y creencia fuera de la realidad psicológica y social. No es
que superen la realidad o la trasciendan, la niegan, y para ello la
eliminan del entorno del adepto. Otro fin de las sectas es hacer
realidad sus ensueños. Por eso se empeñan en conseguir un número grande
de seguidores que «prueben» la realidad de su fundamento. Construyen su
mensaje de tal manera que, aun no siendo real, lo hacen visible,
empírico, con apariencia de realidad. De ahí su efecto experimental que
muchos adeptos comentan: «lo siento muy dentro»; «he comprobado la
verdad por sí mismo». Salir de este efecto es una de las claves para
poder darse cuenta de la programación que se sufre.
Cuando se produjo el suicidio colectivo
de los davidianos, en Waco, EEUU, la conclusión del FBI fue que se
equivocaron al ser tratados como terroristas normales. Comprobaron que
sufrían un estado de fanatismo tal que sus motivaciones y manera de
reaccionar no fueron posible preveerlas. Las autoridades cayeron en un
trampa. Construyeron el delirio del líder. Los tanques representaron,
para la mentalidad de la secta, los «Dragones de Fuego». Los policías
fueron los soldados del Anticristo. Hicieron un fin del mundo a la
medida de su doctrina. David Koresh, que se creyó el nuevo Mesías, se
sintió el Hijo de Dios y lo vivió con sus seguidores. Lo hizo realidad y
fue feliz con los suyos en aquel tormento. Logró ver su deseo: el
Apocalipsis, siendo él el protagonista, el Profeta que vivió el último
día de la humanidad en la tierra. Para ellos así fue. Su satisfacción
sería la misma que la de alguien que consigue su empeño de ser campeón
en las Olimpíadas, aprueba una oposición o que le tocaran miles de
millones en la lotería.
La creencia se hace realidad mediante la
fe. Desde el fanatismo se sustituye la realidad. La fe diferencia una
situación vital de otra espiritual y busca la armonía de ambas. En las
sectas es la técnica de manipulación la que sustituye la creencia. Se
percibe como real una idea porque adquiere el rango de delirio o
alucinación. Sin embargo, se acopla muy bien al mundo que le rodea. Se
trata de un engaño muy sofisticado. Parte de unos planteamientos de los
que no se puede demostrar su certeza, ni tampoco que sean falsos. El que
funcione como verdad absoluta y se experimente en la psicología del
adepto hace que sea peligroso, por cuanto permite que rompa con su
realidad personal, tanto con la que le rodea como con la que conforma la
sociedad.
El secreto
Con los fundamentos de una religión se
puede estar de acuerdo o no, creer o no. Sus normas son conocidas, de
manera que uno puede aceptarlas o rechazarlas. Se asumen con
conocimiento de causa. Cuando alguien entra en un convento, por ejemplo,
sabe que no se puede casar, el número de veces que rezará al día, los
trabajos que tiene que realizar, cómo va a vestir. La atracción a una
vivencia religiosa se define en la vocación. Se trata de una experiencia
subjetiva. La doctrina de una religión se puede discutir o discrepar de
ella porque es conocida. La fe permite asumir lo que es un misterio
para la razón humana.
Las sectas destructivas se basan en el
secreto. No se trata de la limitación de la mente humana, que impide
conocer lo trascendente. Lo que no se sabe es una decisión de los jefes,
que sostienen que para conocer lo que un nivel de la secta ofrece es
necesaria una preparación, un compromiso y el juramento de no contar
nada a los que no se integran. Se mantiene una serie de secretos en
cadena. Los que participan conocen lo que ocurre en su situación
organizativa, no en las superiores. Por esta razón el problema de las
sectas no es lo que dicen (que suele ser maravilloso) sino lo que no
dicen, lo que ocultan.
Cualquier tipo de organización sectaria
prepara a sus miembros en las relaciones públicas. Imparten cursos de
oratoria para enseñar a los adeptos qué deben responder a las preguntas
de los demás. También sobre cómo entablar una conversación para vender
revistas y luego ofrecer una serie de ofertas con el fin de estudiar
gratuitamente, lo que sirve de reclamo para la secta. La misión no
consiste en predicar una doctrina sino en vender unos materiales que la
secta necesita colocar en el mercado para mantener el negocio. Los
adeptos suelen comprarlo y para recuperar la inversión no les queda más
remedio que distribuirlo. Sin embargo, les hacen creer que se trata de
un apostolado. Quieren llevar a la gente a su terreno. Ofrecen cosas
maravillosas, para ver quien «pica». Se justifica el secreto sobre la
base del ocultismo, en unos casos. En otros, en la necesidad de esconder
la Verdad a los extraños para evitar que sea contaminada, deformada o
mal interpretada. En las normas internas de los discípulos de la
organización Rosa Cruz AMORC se lee: «Deben someterse a mantener confidencial todo lo aprendido y conocido en las reuniones».
El manual del dirigente de la organización Nueva Acrópolis únicamente es conocido por los mandos. En él se explica que «una
invitación aparentemente inocente a seguir cursos y conferencias es más
provechosa que la exposición violenta de símbolos misteriosos y
sentencias enigmáticas». Susana M. Román Fernández ha
realizado una tesis para la Escuela Universitaria de Trabajo Social, en
León, sobre los Testigos de Jehová. Entre las conclusiones destaca: «De
las personas entrevistadas ninguna notó, por lo sutil, que usaran
técnicas al captarles. Al dejar la organización la mayoría sí reconoció
que empleasen métodos para introducirles». Es unánime la idea de que dentro de esta agrupación es incompleto el conocimiento de su funcionamiento.
En el aspecto secreto de las sectas se
observan dos cuestiones muy importantes para entender el problema que
ocasiona este tipo de colectivos:
A) Amparar la actuación
de las sectas destructivas en la libertad de conciencia o en la libertad
religiosa es azuzar un falso debate, que sirve para camuflar lo que
esconden las sectas. La base para tomar una decisión, para poder
determinar si se quiere participar en un grupo es estar informado de su
funcionamiento y de lo que supone hacerlo. No puede haber libertad si
se elige sin conocer a qué se va a pertenecer. Además tampoco se sabe si
hay cosas escondidas. Las posteriores elecciones se mediatizan por las
técnicas de manipulación. Se participa porque es controlada la voluntad
de las personas. Detectar tal cuestión es básico para comprender el tema
de las sectas destructivas.
Impedir que sigan actuando requiere
informar sobre dos aspectos: En qué consiste y cómo funciona una
organización de este tipo. Se realiza mediante medios de comunicación
social, libros de investigación y testimonios. Las técnicas de
manipulación y de control de la personalidad, lo que se hace en
conferencias, cursos específicos y libros didácticos al respecto. La manipulación no se ve, hay que analizar sus efectos y causas.
Al observar conductas anómalas hay que estudiar el origen de tales
formas de actuar. Las manifestaciones externas las detectan los que
conviven con el converso a la ideología fanática. El afectado, por tal
estado mental, no. Entiende que es normal, fruto de su «evolución
espiritual» o de su «concienciación».
B) El secreto hace que
se entienda que es «necesario » preparar al discípulo, al nuevo
estudiante. A quien se atrae al proyecto sectario se le mete en un
proceso de «iniciación», de aprendizaje, durante el cual se aplican las
técnicas de programación. A la asociación se la va conociendo
gradualmente. Sus contenidos se aprenden poco a poco y se condiciona la
conciencia para aceptar lo nuevo que se va a ver, sin que se dé cuenta
la víctima de que su mentalidad cambia. Asimila la trasformación de su
personalidad como efecto de las enseñanzas que recibe.
Los cursos de los grupos gnósticos van
encaminados a enseñar, al iniciado en los misterios, la realización de
la alquimia sexual o magia sexual. Prácticas que se desconocen al
asistir a las conferencias gratuitas que se anuncian frecuentemente.
Tampoco se conocen durante los primeros cursos. Se considera como el
Arcano Arcanum, secreto de los secretos. Aseguran que las claves de tal
enigma se guardan en el Arca de la Alianza y advierten que los antiguos
faraones de Egipto mataban a quien desvelara la sabiduría sagrada. La
preparación para tal ceremonia ha ocasionado numerosos trastornos
psicológicos.
Los secretos esconden la manipulación.
En las sectas se crean relaciones en
cadena. Quien es captado luego tiene que hacer lo mismo con otros. Se
explica que no conviene contar lo que se conoce, hasta que se preparen y
entrenen: «Un niño no puede aprender las raíces cuadradas sin saber antes sumar y restar».
Con esta idea se esconden las consecuencias de lo que se va a
practicar. Al esconderse parte de los conocimientos, se ocultan, de
paso, las prácticas que los acompañan para vivir el ideal o la creencia.
El conjunto de ambos factores, lo teórico y su realización, según
marquen las normas o mandatos, es lo que da poderes especiales a los
miembros de una secta. Pueden ser mentales, económicos, influyentes,
espirituales o de tipo sexual.
Durante el proceso de fanatización no se
convence al adepto con argumentos. Se le capta mediante una estrategia
muy bien estudiada. La primera táctica es extraer a una persona a los
alrededores del grupo, hacérselo interesante y esperar a que ella misma
se interese, pregunte y vaya. Como no se puede explicar la verdad, se
ofrece una parte y se aplaza la curiosidad. Los conocimientos se
acompañan de vivencias de grupo. Por eso no sólo se cambia la manera de
pensar sino toda la personalidad. Se hace un despliegue de medios para
alterar las percepciones y sentimientos de manera que sea uno mismo
quien se convenza. Los adeptos se esfuerzan por hacer ver que fueron
ellos quienes tomaron la decisión de entrar, que sus cambios responden a
una reflexión íntima y muy profunda. Ocurre que es así como se vive, lo
que pasa es que desde fuera le han ido empujando hasta orientar su
voluntad.
Los primeros momentos pasan
desapercibidos. Unas veces porque se esconden, hasta que se afianza en
el nuevo colectivo y se entienda que debe ser así por el bien de la
secta. Los familiares no dan importancia a que participe, en un
principio. Es frecuente escuchar a personas cercanas a los sectarios: “Al
comienzo no veía preocupante que fuera. Iba a una reunión una vez al
mes. Cuando empezó creí que sus cambios eran cosa de la edad. Dejó de
comer solamente carne de cerdo”. Así se empieza, luego se acaba
yendo al templo o a la sede todos los días y a todas las horas posibles.
No lo obligan los mandos, sino que es una preferencia del adepto, que
llega a necesitar hacer cosas para la secta. El tiempo que no se
encuentra en los locales está pendiente de todo lo que le enseñan para
llevarlo a la práctica. Llega a tener una conducta maniática y obsesiva
en lo relativo a la secta, lo que hace que abandone y desprecie otros
aspectos de la vida (familiar, laboral y demás). Se cede un poco, como
quien no quiere la cosa.
La secta propone un pequeño cambio en la
manera de vestir. Luego una pequeña cantidad de dinero para ayudar a
mantener la organización y poder ampliar las posibilidades de que otros
participen. Al principio todo es gratis, a modo de inversión. Quien va
de nuevas se siente agradecido y no le importa dar una pequeña
aportación. Uno mismo se va «dando cuenta de que debe de ayudar y
colaborar ». Se trabaja algo para apoyar a otros compañeros, con lo que
la convivencia se hace cada vez más intensa y se afianzan los lazos
afectivos. Se acaba entregando totalmente la personalidad a la
organización. Se piensa como ésta “enseña” que hay que pensar, se siente
como ella “explica” que hay que sentir, se hace lo que la organización
quiere que cada uno de sus miembros haga.
La secta llega a usar todo el tiempo de
sus miembros. Todo su dinero, o una parte de su sueldo. Se llega a la
decisión de aportar lo que haga falta por uno mismo, cuando el ser del
sujeto ha sido ocupado, invadido por el de la secta. Cuando uno se deja
influenciar en pequeñas cosas tal pauta se hace normal. El resultado es
obedecer en todo, se delega la voluntad en los jefes y en los deberes
que marca la norma, ante la cual no cabe crítica alguna. El control
sobre la persona llega a ser absoluto. No hay posibilidad de elegir o
asumir semejante actitud porque se provoca mediante una programación
aplicada con mecanismos indirectos.
Urs Winzenreid explica
en un seminario de Buena Voluntad Mundial: «el dinero es hoy en día, en
gran medida, parte de nuestra espiritualidad manifiesta, así que buscad
la guía divina interna y sabréis lo que es apropiado para vosotros en
ese momento». Recomienda un estado de alerta espiritual constante en
relación al dinero, al que la organización considera como una energía.
Relación con los demás.
La religión participa de la Historia. No
se encierra en su organización, sino que es parte de la evolución
cultural y de la mentalidad de la sociedad, con la que se desarrolla en
cada momento. También se relaciona con la cultura de un lugar y sus
gentes. Se hace mundo. La secta se aísla del exterior, sobre todo
psicológicamente. Se evade de la realidad y crea su propia visión de la
realidad, para acabar construyendo la suya propia. Si alguien se pone
unas gafas de sol ve todo con tonos verdes. Quien se cierra en su idea
interpreta lo que le rodea de acuerdo a ella. No entiende que haya otras
formas de pensar y de vivir. Ve lo externo al mundo sectario como un
enemigo, algo que hay que vencer o eliminar por ser malo y negativo.
Antes de que llegue el momento siente el deber de salvar al mayor número
de personas posible.
Cualquier acción por nimia que sea la
secta la va a interpretar de acuardo a su doctrina y a su visión de la
realidad. Si se pone en cuestió los planteamientos de la secta se ve
como una conspiración contra la Verdad que ellos defienden. Mantienen
una tensión constante ante la idea de que se infiltren servicios
secretos, lo que permite a los jefes controlar mejor a los súbditos, y
se justifican medidas de vigilancia interna. Los líderes de la secta
«Verdad Suprema» tomaron la decisión de matar a un número indeterminado
de ciudadanos para preparar la inminente llegada del fin del mundo.
Primero en Japón, que es donde cometió el atentado. Luego pensaban sus
dirigentes repetir la operación en otros lugares del mundo. El objetivo
fue limpiar la sociedad de incrédulos y personas que impiden que se
cumplan sus profecías y se aplique la Verdad. Parece un caso extremo,
pero es la orientación de toda secta destructiva. Funciona el mismo
esquema en cualquier organización fanática.
Si no provocan más tragedias es porque
no pueden, lo que las cúpulas de estas asociaciones interpretan como que
no ha llegado la hora. Todas esperan la llegada del momento crucial en
el que han de intervenir. Entre tanto se preparan y tratan de implicar
al mayor número de ciudadanos. Los fanáticos usan el terrorismo, como
forma de manifestar y conseguir su «Ideal», porque entienden que la vida
tiene un valor relativo, es transitoria y se supedita al más allá que
ellos definen. De manera análoga, los grupos u organizaciones que
utilizan como medio la lucha armada implantan en su seno las técnicas de
fanatización, para mantener la disciplina interna y el compromiso de
clandestinidad. Consideran que hay un enemigo externo que hay que
combatir y es el malo, mientras ellos son los buenos. Las sectas, la
Mafia y organizaciones terroristas producen efectos dramáticos en la
sociedad, cuya motivación proviene de un tipo de mentalidad que es
necesario desactivar conociendo sus mecanismos. Para tales fenómenos
vale la reflexión que Guiseppe Ayala hace respecto a Cosa Nostra: «No
puede ser tratada con una legislación de emergencia. No existe sólo
cuando mata, sino cada día, cada hora, cada minuto. Por eso la respuesta
debe ser organizada, para funcionar cada día, cada hora. Sólo así se
puede vencer».
En Nueva Acrópolis se enseña, por
ejemplo, que «el no matarás debe ser matizado, mientras no sea
estrictamente necesario»: «Matar a un perro porque sí es mayor crimen
que a un hombre por una causa justa». Las modas, la política, la
religión y demás manifestaciones colectivas influyen en los individuos
pero también el conjunto de individuos cambian a aquéllas, debido a que
son permeables. Hay un control sobre sus actos mediante la mentalidad de
la época, de la sociedad y de la cultura. Por esos se trasforman.
Las sectas son impermeables. No se
trasforman ni se dejan influir. Solamente como táctica para lograr un
mayor control o una implantación más amplia entre los ciudadanos. Muchas
veces se las identifica con grupos fundamentalistas, debido a que no se
salen del guión que marcan sus fundamentos doctrinarios. Si algo debe
cambiar son las personas y la realidad. Al menos así lo entienden porque
las palabras del líder son sagradas.
La vida trascurre, cambia, evoluciona. La
labor sectaria es cambiar a los demás, «comerles el coco» para
adaptarles a sus normas. Cualquier alejamiento de los puntos
doctrinarios iniciales se considera un peligro y una amenaza que, por el
bien de la humanidad, no se puede consentir. Su obcecación es atrapar y
conquistar a la gente para convertirla a la verdad.
Cuando la doctrina es un efecto psicológico.
Un resorte psicológico que utilizan las
sectas destructivas, al igual que las tribu urbanas que se manifiestan
mediante la violencia, es dar cobertura al resentimiento y la
frustración personal. Logran una proyección colectiva y hacen de un
sentimiento privado otro grupal. Nada tiene que ver la muerte de un ser
querido, una enfermedad crónica, una decepción amorosa o el fracaso
escolar, con una doctrina o ideología, pero si estas cuestiones se
utilizan como método de captación se establece un adoctrinamiento, por
cuanto se da un sentido al dolor y al sufrimiento en la militancia para
defender una idea. Tal noción teórica se convierte, y pervierte, en un
aspecto psicológico. De hecho, participar en una secta alivia los
problemas personales. No porque se solucionen o superen dentro de un
proceso de madurez afectiva, sino debido que se adormece la conciencia y
se anula el sentido de lo personal.
Sentirse cada vez mejor funciona mientras
que se participe dentro del grupo. Se asocia integrarse a él con la
felicidad. Se refuerza la idea de que lo de fuera es malo, lo de dentro
bueno. Si se abandona la secta vuelve otra vez la angustia y
desesperación de la que se parte, por lo que se provoca un
condicionamiento, de manera que para estar bien se tiene que obedecer a
los que mandan en la secta. No se puede mantener una independencia
respecto a ellos. Esto que supone un bloqueo psicológico, el sectario
entiende que es una prueba de que se encuentra en lo cierto. Al hablar
con un adepto suele decir: «no me puedes convencer de algo que yo veo,
que lo vivo. Quien no lo entienda es que está ciego».
El malestar referido a lo externo al
grupo se dosifica. Cualquier conducta dentro de la secta se planifica
para que el adepto asuma y sienta como algo suyo la creencia o el
funcionamiento de la organización. No duda que sea de esa manera porque
no lo piensa, responde a un sentimiento personal que se encaja y coloca
en las enseñanzas que le imparten, las cuales, precisamente, sirven para
tal fin.
El estudio de la Historia exige
interpretar los hechos de acuerdo a las circunstancias del momento. Una
explicación aislada evita comprender la realidad. Sirve para hacer
discursos de agitación en contra o a favor de algo. No para entenderlo.
Que una religión o partido político haya participado en guerras en una
época determinada no es más que el grupo de aquellos tiempos o momentos
en que la violencia estaba al orden del día. O que pensara alguna teoría
errónea a la luz de los nuevos descubrimientos científicos. El
conocimiento evoluciona. De la misma manera que no es de extrañar que en
la actualidad se usen ordenadores y medios técnicos para la difusión de
una idea o creencia.
Algunas sectas consideran que participar
en el mundo es algo satánico. Consideran que es caer en la trampa del
Rey de las Tinieblas. Crean sus propias redes de comercialización. Por
ejemplo, La Familia del Amor, que proviene de la organización Niños de
Dios, entiende que los códigos de barras son el sello de Anticristo, del
que se habla en el Apocalipsis. Los Testigos de Jehová enseñan que las
religiones universales e históricas son disfraces del diablo para
engañar a la gente. Consideran que se han hecho al servicio del mal. Sus
representantes son llamados «babilónicos».
La exégesis es la ciencia para
interpretar un texto antiguo. Traducir una obra de hace cientos de años
exige una orientación que explique el sentido de lo que se escribió. Una
lectura textual lleva a equívocos si no se explica quién lo escribió,
para quién, cuándo, cómo, en qué contexto político y social. Uno de los
principios de la exégesis es: «un texto fuera de contexto es un
pretexto».
La interpretación literal de una frase
de la Biblia hace que los miembros de los Testigos de Jehová dejen que
sus hijos mueran al impedir que se les hagan transfusiones de sangre. En
la época que se escribió el texto en que se basan no existía tal método
de intervención médica, con el que se han salvado muchas vidas. A veces
han querido razonarlo argumentando que por culpa de tal práctica se han
contraído enfermedades como el SIDA. Al querer razonar lo irracional se
desemboca en lo absurdo. Se confunde lo que es un accidente con el
resultado de una norma o hecho. Sería lo mismo que no montar en un
automóvil porque suceden accidentes mortales. Por otra parte los
Testigos de Jehová comen carne, lo que quiere decir que en mayor o menor
medida ingieren plasma o glóbulos.
Adiestrar y adoctrinar.
Las manifestaciones sociales de tipo
religioso o cultural exponen sus planteamientos; cuentan sus ideas
abiertamente. Las sectas lo hacen en reuniones privadas, adonde llevan a
las personas que quieren captar. Dicha tarea requiere una técnica, que
adquieren en cursos especiales, en los que se prepara la doctrina o
ideología como un producto al que hay que dar una imagen mediante la
mercadotecnia. La función de hacer prosélitos es la tarea principal de
las sectas.
En el trabajo de Carlos Longarela sobre
sectas peligrosas, se recogen párrafos del Manual del reclutamiento, de
la secta Moon, Iglesia de Unificación del Cristianismo: «Hay que ser sicólogos, aprender a leer en el rostro»; «Cuidar los gestos, la mímica, adoptar una expresión que impresione, sonrisa dulce y bondadosa».
Una secta no educa, adiestra.
Se debilita emocionalmente al neófito para hacer que cumpla los
mandatos. Si previamente ha tenido algún problema afectivo
semejante tarea es más fácil. Se convierte en una persona modélica, al
menos aparentemente. Cuando alguna persona tiene el problema de las
sectas cercano es cuando sabe lo que supone que alguien participe en
tales agrupaciones, y si descubre los mandatos privados se asombra, al
ver la diferencia entre lo que parecen los miembros y lo que son. Es muy
común oír decir a maridos o mujeres de sectarios: «Al principio no
me importaba que fuera con ellos. Siempre creí que eran muy buenos, como
vecinos, en el trabajo. Me parecían perfectos, demasiado, y muy
preparados. Todo es una imagen. Si no entras en su rollo te chantajean,
juegan con tus sentimientos más íntimos. No se paran ante anda, carecen
de escrúpulos. Son unos cínicos, niegan lo evidente». Semejante expresión se repite entre personas que no se conocen y tienen a algún familiar cercano en una secta.
Los miembros activos de las
organizaciones de fanáticos dan la sensación de que saben mucho. Si se
observa su proceder se descubre que lo único que hacen es aprender las
reglas para disertar sobre lo que se les manda. Aprenden el manual de la
doctrina y relacionan todo con él.
Regulación de los sentimientos.
Para controlar las emociones y dirigir la
conducta según los designios de los jefes, se recurre a un dinámica que
abarca tres partes:
A) Miedo: al fin del
mundo, a no ser uno de los elegidos (sea para ir a otro planeta, a
formar parte de los inmortales, etc.), a pagar el karma, a ser atrapado
por el sistema dominado por el Mal. Varía el objeto del miedo según la
creencia que sea (milenarista, esotérica, ocultista, ufológica o
espiritista).
B) Sentimiento de culpa:
se consigue que quien va a entrar en la secta se sienta responsable del
hambre en el mundo, del problema de la droga y de otros como el crimen,
el paro, el SIDA. La secta se presenta como un grupo de salvadores para
un mundo nuevo y mejor o para lograr llevar al ser humano a una Nueva
Era. Con sólo pronunciar tales ideas grandilocuentes percibe el adepto
estar en un proyecto colectivo fabuloso. Se siente eufórico, sin ver que
son expresiones vacías de contenido.
Durante la fase de mentalización que
sucede en el Partido Humanista, se reúnen varios militantes con uno que
llega de nuevo. Le proponen que cierre los ojos para que visualice lo
mal que se encuentra el mundo. Enumeran noticias de la prensa, cuentan
casos de violencia, violaciones, tanto del barrio en el que se encuentre
como de cualquier rincón del planeta. Al final de la sesión, que
presentan como un juego, le dicen que abra los ojos. Le preguntan «Y tú,
¿qué haces para que nada de esto suceda? ». La propuesta final es: «si
quieres soluciones únete a nosotros».
La culpabilidad también
se siente participando en el seno de las sectas. El chantaje emocional
es permanente. El adepto se esfuerza por perfeccionarse, quiere hacer
todo lo mejor posible aunque no se lo exigen directamente. Se trata de
una actitud que va incluida en la programación. Los seguidores de un
gurú se sienten mal si no consiguen parecerse al modelo de referencia
que define su guía espiritual. También entienden que son responsables de
que la organización no crezca más. Estas sensaciones internas les
impulsan a dedicar más y más tiempo, a emplear más dinero para el bien
de la secta.
Relación premio-castigo.
Esta fase de la programación se aplica
en una perspectiva espiritual. Premio es el Paraíso y castigo el
infierno, o la meta ideal que proponga cada secta. Este aspecto puede
parecer similar a las religiones, sin embargo es diferente. En las
religiones, dicho resultado se propone para después de la muerte. En la
secta, son los Ancianos o líderes los que colocan a cada cual en el
grado que le corresponda, asociando el beneficio de los dioses según sea
la entrega a la secta.
También se refiere a un nivel material.
El Avatara, el Profeta o Enviado participan de la divinidad o del
secreto de las claves de conocimiento. El premio suele ser la
felicitación de alguien a quien se adora o hacer tareas de prestigio en
el colectivo. En la secta CEIS al que hiciera algo mal o no vendiera
suficiente material no le hablaban durante una semana. Algo que origina
mucho sufrimiento a los miembros.
Se prepara al fanático igual que se
domestica a un animal. Con la excusa de enseñar psicología tibetana,
fuera de lugar y sin su visión del mundo correspondiente, hay
asociaciones culturales que enseñan a dominar el cuerpo astral, las
emociones. Esto lo usan para someter a los discípulos. La obediencia
debe ser total y absoluta: «una mano no piensa, obedece». En la revista
Atalaya, se leen frases como: «El dolor nos asegura la palabra de Dios»;
«Usar la vara literal para conservar el orden en el hogar»; «Los padres
tienen la responsabilidad de entrenar a los hijos en la disciplina y
regulación mental de Jehová».
El adiestramiento sigue unas pautas y
niveles. Se anula la reflexión crítica mediante vivencias emocionales
que hacen que por el hecho de dudar sobre la verdad se pase mal, con
padecimientos de angustia y depresiones. Cualquier creencia influye en
la manera de ser y en el comportamiento, pero en una secta, además,
conforma el ser del adepto. La doctrina se convierte en el motor de sus
decisiones, no como una valoración más para elegir. Se trata de un
criterio absoluto que se impone una vez se ha despojado al sujeto de su
yo. Además tal proceso se fragua al margen de la conciencia de quien lo
vive. Un ejemplo son las declaraciones de Carlos Castaneda, impulsor del
chamanismo mexicano en Europa: «Es imprescindible dejar a un lado
la historia personal. Los chamanes buscan un estado en el que el yo no
cuenta. Esto afecta subliminalmente a quien entra dentro de este campo
de acción».
La idea de la secta se convierte en
vivencia. Para comprender la doctrina hay que atravesar una serie de
pruebas, que se realizan con una carga emocional muy grande. El objetivo
es convertir la Verdad en un estímulo permanente. Dudar se entiende
como una debilidad, o como una influencia de malas vibraciones o
energías mentales negativas, o que es Satanás quien hace que las
personas no acepten las explicaciones de la secta. Por lo tanto quien no
lo admite se supone que es dominado por el Mal. Al principio no se
enseña directamente este tipo de criterios.
Los instructores hacen que el adepto lo
entienda por sí mismo, para que la conciencia funcione automáticamente
según el criterio que les interesa a los líderes. Para expandir el
mensaje de la organización se exigen unos trabajos. No son obligatorios
pero quien se fanatiza piensa que es su deber colaborar en tan insigne
tarea. Cualquier labor, por ingrata que sea, se realiza gratuitamente.
Se trata de una prueba con el fin de prepararse y merecer la Verdad. Con
semejante coartada se aplica un adiestramiento que facilita
interiorizar las ideas mediante pautas dirigidas en este sentido:
❏Dormir poco: Se pegan
carteles durante la noche, se estudian los textos de la secta, se tiene
que cumplir con las tareas de la vida cotidiana, el ritmo de trabajo se
aumenta hasta llegar al límite de las fuerzas. Son estímulos para no ser
vencido, porque se describe la participación como algo heroico.
❏Cambiar la alimentación o el atuendo:
Se varía la dieta, aunque sea únicamente en un aspecto; o se tienen en
cuenta nuevos criterios a la hora de comer; el valor energético o
espiritual de los alimentos. También las formas de vestir se adecuan al
interés de dar buena imagen; para asistir al curso o para predicar hay
que ir impecable. En algunas la extravagancia llega a hacer que se usen
atuendos específicos: túnicas, sandalias, o desnudarse en grupo
justificándose en que es una manera de mostrarse sincero ante los demás.
❏Dirigir la sexualidad: No
suele haber una norma clara ni establecida. Las exigencias de la secta
se conocen sobre la marcha. El control que se ejerce afecta a la
intimidad, sin dejar al sujeto criterios personales o de pareja. Se
asumen como resultado de haber penetrado la doctrina en la personalidad
del adepto.
En unas sectas se evita el contacto
sexual. Se reduce, en la pareja, a determinadas fechas, según fases
lunares o astrológicas. En los Moon es el líder quien dice con quién se
ha de casar cada miembro, sin que se conozca a la pareja. En los
gnósticos se indica cómo ha de ser la postura en la que se ha de
mantener la relación, el Loto; además, se evita el orgasmo con el fin de
despertar el Kundalini y que esa energía suba a la cabeza. En otras se
dice «trabajamos tanto que no nos quedan fuerzas para hacer el amor»; si
alguien tuviera deseos es que no ha cumplido su tarea. El aspecto
doctrinario que ampara tales comportamientos es domesticar la parte
animal para lograr el desarrollo de la parte espiritual. Otras sectas
entienden la liberación como una ruptura de tabúes y normas sociales.
Fomentan la promiscuidad, animan al sexo en grupo para compartir
energías. En algunas el líder tiene derecho a relacionarse íntimamente
con quien desee. Se entiende que hacerlo es un honor. De una manera u
otra dirigir la sexualidad supone dominar lo más profundo de la
personalidad humana.
Cualquier religión, costumbre social o
norma moral tiene un criterio al respecto. En la secta dicha orientación
se impone psicológicamente. En una organización que controla la
mentalidad de sus miembros no se pude estar de acuerdo ni en contra, se
admite de manera automática, sin plantearse si es adecuado para su
manera de ser o si es su deseo o no. Al adepto le parece que sí sin
darse cuenta de que es fruto de una programación.
La secta rodea la psicología de sus
miembros, les imbuye de la mentalidad que va calando en el pensamiento
hasta que acaba penetrando en su conciencia. Es entonces cuando se
obsesionan con la Verdad. Sus consecuencias se las imponen a sí mismos y
a los otros. Renuncian a un criterio subjetivo, tanto suyo como para
los demás. Cualquier manifestación, hacia uno mismo o hacia los otros,
es diseñada por la creencia.
Las prácticas de comportamiento se
acompañan de ritos y ceremonias. Discursos, música, coreografía y
efectos especiales provocan estados de euforia colectiva e individual.
Si interesa, para reaccionar ante alguna dificultad o para asumir algún
reto, se hace lo mismo con actitudes de miedo, angustia o de esperanza.
Sumidos en tal proceso, si se da la señal de que ha llegado el momento
se suicidan colectivamente o se separan de la familia o abandonan el
trabajo, estudios o donan las posesiones materiales a la secta.
Cuando un sujeto sale de una secta siente
que han violado su personalidad. Al ser algo psicológico se ve
impotente para explicarlo, ni tan siquiera puede denunciar nada, ya que
es algo impalpable. Lo mismo ocurre con los familiares. Ven que ha
cambiado desde que acude a un centro que imparte un determinado tipo de
enseñanzas, pero no saben cómo descubrir el nexo de unión entre causa y
efecto.
La sensación de dejar una secta es que
uno ha sido obligado a hacer todo, pero no le han coaccionado,
aparentemente. El exadepto sabe que lo ha elegido, pero no sabe por qué
ni cómo. Al aceptar voluntariamente el proceso no puede demostrar tal
dominio de sus personalidad por parte de la secta. Quien lo ve desde
fuera, sin tener una relación cotidiana con el adepto, cree y dice que
«lo hace porque quiere». En este punto radica la dificultad de entender
el problema. Como se trata de una relación psicológica no es medible, ni
ponderable. No hay rastro ni pruebas. Sólo se puede saber y conocer su
funcionamiento, para detectarlo y para evitar que se apliquen tales
maniobras contra uno mismo. Salvo raras excepciones la justicia española
no ha sabido valorar este criterio.
Una secta no enseña, adoctrina.
Los directores y jefes de las sectas
saben hablar muy bien. Preparan a su seguidores en el arte de la
oratoria. Son magníficos fabricantes de estados de ánimo. Cuando alguien
participa en una secta entra en una dinámica, preparada y estudiada
para captarle, sin que él lo sepa.
La información entra en su cerebro por
vía emocional. Luego se produce el control intelectual a medida que
aprende y defiende las nuevas ideas. Lo hace de una manera apasionada.
Al principio quien adoctrina no trata de cambiar las ideas de la
víctima, no discute. Sabe que la reacción a un debate es reforzar las
ideas propias. Lo que hace es darle la razón, advirtiendo de ciertos
matices, pero alaba la perspicacia y buen pensar de quien pretende
atraer a su organización. La persona en la que se fija un miembro de una
secta se convierte en un objetivo al que hay que estudiar y cuidar.
Cuando se le invita a participar en alguna actividad de la secta, que se
haga de cara al exterior, es para que acuda tal y como es.
El manipulador trabaja en conseguir que
cambie la actitud de la persona que se acerca a su entorno. Hace que
frecuente el lugar de las reuniones, que salga con gente de la secta.
Durante el proceso de adoctrinamiento es uno mismo quien se trasforma a
sí mismo; los que urden todo el proceso se encargan de poner las
condiciones para que se produzca el «cambio interior». Una vez se ha
desencadenado el mecanismo de fijación psicológica de una doctrina, los
jefes ya no necesitan ordenar nada. Les basta con guiar la conciencia de
sus súbditos. Al gurú se le idealiza. Se cumple la máxima de los
enamorados: «tus deseos son órdenes para mí».
A los dirigentes les basta hacer saber
qué es lo que quieren para que se cumpla y se ejecuten sus planes. Sus
intenciones activan la programación. En las sectas hay diversos niveles o
cargos. De tal manera que uno se relaciona únicamente con el inmediato
superior e inferior. Se forma una cadena de control, en escala
piramidal, cuya estructura es dominada por los dirigentes. La
sintonía con la doctrina hace que el conjunto de miembros funcione al
unísono. Adoctrinar es distinto a creer. La fe es algo que uno tiene
desde su ser.
La programación sobre la base de una
doctrina es algo que uno es o le hacen ser. Es decir, la teoría se
convierte en lo psíquico de la persona y sustituye o anula lo emocional y
la conciencia, fruto de la historia personal. Cuando se interioriza una
creencia, se convierte en la voluntad del adepto y esto permite que se
le maneje desde fuera. Basta introducir mensajes mediante
interpretaciones, explicaciones o modificaciones de la doctrina. Si un
mensaje en el que se cree ciegamente indica que se termina el mundo, hay
que hacerlo realidad. Tal planteamiento puede implicar un suicidio
colectivo. Se propone como un medio de salvación o de reagrupamiento en
otra galaxia o plano espiritual. Pero tal hecho sucede automáticamente. No se piensa, se cumple.
Si hay que dejar morir a un hijo, se hace. Si hay que robar o matar, se
hace. Noticias de estos casos referentes a sectas se suceden
periódicamente en los medios de comunicación. Se piensa «¡Parece
increíble!»; «¿Cómo puede ser?». Las noticias recogen lo espectacular,
pero, ¿cómo se llega a una situación así? Los protagonistas de tales
sucesos no son conscientes de ellos, son programados para hacerlo.
Consideran que son libres porque lo piensan. No saben que se lo han
hecho pensar.
El fanático cree aprender una teoría,
pero es atrapado previamente por la simpatía del grupo. Se siente
acogido porque le escuchan. Es una táctica para lograr el acercamiento
al entorno de la secta. En las ceremonias se estimula la voluntad, se
ensalzan los sentimientos independientemente de los mensajes. Cualquier
buen orador provoca los mismos efectos con ideas diferentes. El
contenido teórico se «cuela» después sin razonamiento previo. La
eficacia se debe a los tonos de voz, la pose, el ritmo de las palabras,
el silencio entre una frase y otra. La forma de hablar arrastra a las
masas cuando están predispuestas a escuchar la Verdad. El fundamento del adoctrinamiento consiste en construir la personalidad del nuevo miembro. Previamente hay que destruir la original.
El doctor Heinz Dirks en
un estudio de psicología expone que «el yo se construye», (“La
psicología descubre al hombre”, p. 9. Círculo de Lectores, S.A.,
Barcelona 1975). De igual modo se puede destruir y volver a realizar de
otra manera. El yo inicial se forma con las circunstancias y
experiencias del sujeto. La nueva personalidad pertenece a la secta, no
al individuo. En una secta la doctrina se convierte en un programa
psicológico. Lo introduce en la mente de sus seguidores a modo de disco
que hace que cualquier norma de la secta se transforme en sentimiento,
ideas, intenciones y demás facetas que se incluyen en el comportamiento
humano.
La estrategia para programar pasa por tres fases:
❏Crear una incógnita que luego la secta va a resolver.
❏Hacer de la realidad, de uno mismo y del mundo, un valor relativo.
❏Construir la personalidad según el
esquema deseado. Todas las sectas, pasada la fase de entrar en contacto
con los que hacen de relaciones públicas, plantean una duda existencial
para invitar al futuro miembro a una búsqueda en común, a una aventura
intelectual o espiritual. Se siembran una serie de inquietudes que
rompen la rutina. Quien encuentra un aliciente en profundizar en
criterios vitales y filosóficos no sabe que todo es preparado para que
pique el anzuelo. A partir de tal momento le empezarán a dirigir sin que
se dé cuenta. Empezando por orientar las preguntas y las respuestas, lo
que sitúa al futuro adepto en el contexto de la organización.
Desarmar a la persona con una duda existencial.
«¿Quién soy?»; «¿De dónde vengo?»;
«¿Adónde voy?» Estas preguntas intentan provocar cierta angustia en la
persona. La secta se encarga de calmar su sed de saber y de buscar un
sentido a la existencia. Es el planteamiento inicial. Muchas
asociaciones que enmascaran a grupos sectarios recogen el aforismo
griego «conócete a ti mismo ». No se piensa sobre esta idea o consejo.
Se usa como estratagema que sirve para que las ideas calen dentro de
aquellos que van a las charlas y conferencias que ofrecen al público.
El movimiento Humanista recomienda leer
el libro de su líder, Mirada Interna, para penetrar en la psicología de
los jóvenes y para que la mentalidad de la secta se meta en el
pensamiento del curioso. Muchas ideas, al ser genéricas, sirven de
referencia a los chavales y chicas que se acercan a los actos que
realizan. La siguiente fase es desplazar sus intereses hacia actividades
enfocadas a promover el Movimiento Humanista en sus múltiples facetas.
Hacen de la militancia una actividad obsesiva. La entrega es total. Se
rompe con el propio pasado. La idea que defienden se convierte en una
verdad objetiva, con lo cual se plantea una lucha social para romper con
la Historia de la humanidad.
Los Rosacruces de la fraternidad
AMORC ofrecen una enseñanza interior. La fundación
Sant Takar Singe ofrece «buscar a Dios en el interior». Para ver sólo
dentro de la persona tapan los ojos a niños y adultos de la secta
durante horas y horas. La finalidad es meterse dentro de la persona para
colocar la doctrina. Hay diversos grupos de carácter orientalista que
sacan de su contexto histórico, cultural y social una serie de facetas
de una cultura milenaria. Son instrumentalizadas para hacer prosélitos y
engrandecer una organización que ejerce el control absoluto de sus
miembros. Proponen una «experiencia íntima», una «preparación interior»
para desarrollar una Conciencia Mística Universal.
En otras agrupaciones de este estilo se
recomienda buscar a los Maestros espirituales dentro de uno mismo,
contactar con ellos por telepatía. En ocasiones los delirios sufridos se
entienden como poderes que conceden los guías. La meditación se orienta
a conectar con las Ondas Cósmicas. También hay seminarios y cursos para
contactar con extraterrestres, o viajes astrales para acercarse a los
«padres espirituales». Cienciología tiene un aparato, el
«Electropsicómetro » o «Emeter», que usan en el consejo religioso. Sirve
para localizar áreas de dificultad espiritual. Es significativo que el
símbolo de esta Iglesia sea una marca de servicio y propiedad del centro
de Tecnología Religiosa.
Nadie piensa que le van a manipular.
Sobre todo en la juventud uno se cree inmune a todo. Es la edad en la
que se piensa que se es más listo que nadie y que se haga lo que se haga
nada malo puede ocurrir. Semejante prepotencia anula el miedo al exceso
de velocidad, a introducir sustancias alucinógenas en el cuerpo y a
otras temeridades. El resultado son frecuentes accidentes y acabar
«hecho polvo». Cuando se sale de la experiencia de participar en una
secta se dice comúnmente: «nunca creí que eso me pudiera pasar a mí».
En el seno de la secta se enseña que el
mundo, la realidad, es Maya, «ilusión». Lo real es la Verdad, el
indemostrable mundo espiritual, el cual la secta define a su antojo. La
vida es entendida como algo transitorio, se supedita a otra más perfecta
y eterna situada en otro planeta, en un Paraíso prometido para cuando
la gente se convierta a la Verdad, en un futuro al que los preparados
llegarán mediante una sucesión de reencarnaciones conscientes. Los
rosacruces enseñan a desarrollar las facultades mentales para
transformar el Ser, mediante lo que denominan «Alquimia espiritual».
La voluntad personal queda anulada dentro de una secta.
La conducta es dirigida por la
organización, cuya ley es la nueva conciencia del adepto. Por lo tanto
no percibe su estado. Es desde fuera como se reconoce semejante
situación. Por tal motivo dentro de una secta nadie reconoce que
participa en algo que le anula como persona autónoma. Antes de
suicidarse en grupo los 39 adeptos de la organización «Puertas del
Paraíso», dejaron diversos mensajes grabados en cintas de vídeo, con el
objetivo de dar a entender su decisión. Asumen por voluntad propia la
norma que marca la creencia, porque han sustituido la de cada cual con
la del grupo. Ellos mismos explican el proceso. Cuentan que es gradual.
En la medida que les trasforma pueden tomar decisiones. Ellos dicen que
tal cambio es un proceso de iniciación, lo mismo que otras sectas toman
como poderes lo que son delirios. Uno de los maestros de la secta dijo
antes de morir: «Cada uno de nosotros ha hecho esto por propia
voluntad. A cada paso de iniciación en el culto, los líderes nos daban
la opción de seguir adelante o salirnos». Sin embargo, a ninguno antes del proceso de lavado de cerebro
se le advirtió de que el final sería el suicidio, o que se deberían
castrar. Se acepta cuando ha sido inducido un programa en la mente del
adepto, aunque quien lo recibe lo entiende como «un curso avanzado para
educación superior».
Para que funcione la voluntad de manera
autónoma, deben darse cuatro condiciones: motivación, deliberación,
tomar la decisión y realizar el acto voluntario. En una secta se enseña
que la obediencia debe ser total. Lo mismo que en grupos fanáticos,
dedicados a ejercer el terrorismo en la población, se establece lo que
se encontró en el diario de una liberada de ETA: «el buen militante es
el que no pregunta, obedece porque sí».
Para el fanático no existe motivación, no
piensa, no decide. La base por la cual actúa se llama, según en qué
organización esté, deber, compromiso ineludible, misión, necesidad o
acción revolucionaria. Se establece un criterio que impone la ideología
que se defienda, sin haber una fase intermedia: «se hace lo que se tiene
que hacer y punto». Los que mandan sobre un fanático le hacen ver que
es algo que sale de dentro de su corazón. Suelen decir lo que hay que
hacer y luego apostillar «haz lo que quieras».
No cumplir con lo encomendado implica ser
mal visto por los que te rodean en el grupo y a los que adoras,
sentirse mal, de manera que, sin más contemplaciones, «hay que hacerlo».
Este es el esquema sobre el que se basa el comportamiento de las sectas
y organizaciones que utilizan la violencia para conseguir sus
objetivos.
Para las sectas, la vida de cada miembro
es un átomo de la vida cósmica. Los que poseen las claves sobre las
leyes que rigen el funcionamiento del mundo son los líderes. Cuando este
criterio es aceptado, desde la secta, se dirige la existencia de los
acólitos. Deja de ser creencia y se convierte en una vivencia
psicológica. Se grupalizan los que pertenecen a la secta de manera que
forman un yo colectivo que les hace actuar al unísono.
Cuando se produjo el suicidio colectivo
de los elegidos de la secta «Autoridad Suprema», en California, marzo de
1997, una persona que les conoció declara: «Eran gentes muy
agradables, pero lo que resultaba extraño es que todos llevaban el pelo
rapado y vestían de oscuro, parecía que todos iban cortados por el mismo
patrón». La liberación es definida en la secta de acuerdo a la
conveniencia de los jefes. Puede ser el desprendimiento de los bienes
materiales, de manera que se dejan a disposición de la secta. Tales
riquezas son admitidas por la organización ya que el desprendimiento es
una cuestión individual, pero el dinero sí es necesario para la Verdad,
de cara a su defensa o difusión y para quienes la representan se
considera bueno y necesario; cuanto más mejor.
Anular la personalidad.
En casi todas las sectas se enseña a
superar el ego como medio de conseguir el desarrollo espiritual.
Explican que la mente debe luchar por eliminar ataduras, que van desde
la manera de pensar a los lazos familiares. Se da a entender que hay que
romper con el entorno para conocer los secretos y prepararse para ser
un guía de la humanidad. Se interviene en la mente con la excusa de
liberarla de sus complejos y traumas. La secta «Meditación Trascendental
» ofrece «limpiar la mente de los perjuicios que imbuye la sociedad».
A medida que se aprende una doctrina, la
secta va diseñando la nueva personalidad del sujeto que se va a
convertir en adepto. Hasta que no esté «preparado» no participará en la
estructura interna de la secta, de sus secretos, y le harán ver que hay
más para cuando esté más avanzado. Los cienciólogos definen al hombre
como un Therán. Proponen ocho dinámicas para trasladar la conciencia a
otra realidad. Manejan a la persona a través de la mente. Precisamente
este es el significado de la palabra «dianética», nombre con que se
conoce a la asociación civil de Cienciología. Su punto de partida es:
«lo que acordamos que es real, es real»18. Para entrar en esta
organización se empieza haciendo un test psicológico. El siguiente paso
es una auditación, con el fin de descubrir cómo funciona la mente de
quien sea objeto de semejante práctica. Después se realiza un
entrenamiento específico para acceder a la «realidad» de esta iglesia.
La programación se puede entender como un
lavado de cerebro progresivo y realizado paulatinamente; lo que
vulgarmente se conoce como «comer el coco». Es curioso que una persona
sea capaz de aprenderse de memoria miles de citas de un libro, o de
retener los sermones que cuenta un líder, llegarlos a saber del
principio al final y, sin embargo, no logre aprenderse el texto de una
lección de la Universidad o sea incapaz de concentrarse para hacer una
oposición.
Ocurre que el interés se centra en la
Verdad, lo demás carece de importancia. Además se ha preparado al
cerebro del adepto para que rechace lo que no se pueda acoplar a la
programación. Aquello que encaje lo fija en al conciencia. Se retienen
los datos que sirven al programa mental. Los otros solamente con un
mayor esfuerzo se pueden aprender si es de interés a la secta. El
recuerdo queda abierto para otras cosas que sean útiles para desarrollar
los medios de la organización. Al principio se cree que se puede ir a
los cursos y reuniones los ratos libres. Con esta disculpa se empieza a
acudir.
La exigencia que uno mismo se impone es
asistir cada vez más. Todo lo que pueda, una vez se pasa por la fase de
concienciación. La integración es total o no es. En los principios de
Compromiso y Código de Conducta para los miembros de la «Santa Hermandad
y Orden Mundial Fundación para la elevada sabiduría espiritual» se
exige: «la vocación de tu alma ¡es un compromiso al 100% o nada». A la
secta no le interesa una persona que asista como invitada, a no ser que
sea a la parte externa. Entonces le usara a modo de propaganda. Los que
participan en la estructura interna llegan a dejar las responsabilidades
de su realidad vital para poder participar con más intensidad.
Hay un momento en que no caben las medias
tintas. Si la pareja o los padres hacen ver al adepto su falta de
responsabilidad, se convierten en enemigos y cuando pueda se separará de
ellos. Esperará a encontrar una mínima disculpa. Las técnicas de
desarrollo personal pueden ser muy beneficiosas para aprender cómo
funciona nuestra mente, pero si son mediatizadas por una doctrina,
negocio o ideología servirán para que sean otros los que las usen en su
beneficio y utilicen a las personas para sus fines. La despersonalización consiste en sustituir la personalidad propia por una doctrina, o dinámica, del tipo que sea.
Según encontrado en:
http://ramiropinto.es/libros-ramiro-pinto/sectas-al-descubierto/religion-y-secta/